El día 26 de diciembre pasado asistí a ver la película en cuestión. Preparé este pequeño artículo, para ser publicado el día 27, pero la tragedia del sudeste asiático me impidieron publicarlo. Helo aquí.
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Acabo de salir de ver la película «Voces inocentes», escrita por el salvadoreño Óscar Torres.
Estoy impactado. Nos sitúa al principio de la década de 1980, en El Salvador, concretamente en Cuscatancingo, una ciudad que pertenece ahora al área metropolitana.
En esa época El Salvador comenzaba su guerra civil, la represión de parte del ejército ya era cotidiana y los enfrentamientos con la entonces guerrilla comenzaban.
En este contexto, se nos narra ese período a través de los ojos de un niño de once años, para quien, al inicio de la película, la vida se desenvuelve de manera común. Su papá ha emigrado a EEUU, su madre se encarga de cuidarlo a él, a su hermana y a su hermanito. Sin embargo, la realidad violenta poco a poco comienza a carcomer la vida del protagonista. Las condiciones de pobreza, de casas hechas de lámina, con piso de tierra, los constantes patrullajes del ejército, las escaramuzas entre los bandos, va cambiando la visión inocente del niño. La situación lo va confrontando consigo mismo.
Basada en hechos reales, como cualquiera que haya vivido en El Salvador en ese tiempo puede corroborar, nos presenta una historia que pudo ocurrirle a cualquiera de los muchos niños que vivieron en ese tiempo en El Salvador en cualquier sector populoso y pobre.
Intentar describir mis emociones frente al largometraje es comenzar a contar y revivir mis propias vivencias durante la guerra. No pretendo detenerme en esto, pues se necesitaría mucho más espacio y tiempo para hacerlo. Además, cada uno de las/os salvadoreñas/os puede aportar mucho más que yo en este aspecto.
Una persona conocida, quien ya ha visto la película me dijo que cuando salió de la sala, tenía muchos deseos de incendiar el centro comercial, de la rabia que sentía frente a las imágenes que acababa de presenciar. Me asombraron un poco sus palabras, pues no es el tipo de personas que reacciona de ese modo. Entiendo su comentario en este momento, luego de haber visto la película. No necesariamente por que lo comparta (así que no me imaginen saliendo del cine con una bomba molotov en la mano) sino por que el filme no deja a ningún espectador indemne. La intención del mismo es remover nuestro interior, ya sea favor o en contra de lo que en él se presenta. A través de la ficción desarrollada, nos presenta un reflejo de una realidad que fue vivida, de diferente manera, por quienes habitamos en El Salvador durante esa época.
Habrá quienes digan que la película es una exageración, que hay eventos en ella que nunca sucedieron. Y es probable que tengan razón. Para eso es un filme. Es en parte ficción, pero basado en una realidad dura. Y esta misma realidad es la que no podemos negar que haya sucedido. Otros dirán que es propagandística, parcializada a favor de la guerrilla y en contra del ejército. Habrá algunos militares que dirán que ellos nunca participaron en hechos similares. Bien por ellos, por que pueden dormir con la conciencia tranquila. Frente a estos argumentos, sólo saltan de mi memoria las conclusiones de la Comisión de la Verdad de Naciones Unidas, quien dice que del total de violaciones a los Derechos Humanos ocurridas durante la guerra, en números gruesos, un 80% fueron cometidos por el ejército, un 15% por la guerrilla y el restante 5% no pudo ser adjudicado a ninguno de los bandos. Probablemente estos números estén incorrectos debido a mi pobre memoria, pero la proporción no lo está.
Sobre todo, la película nos muestra la visión del conflicto de una persona, pero que me parece que refleja la realidad de muchas de las víctimas y de las personas que huyeron de este país para alejarse de una violencia que los perseguía salvajemente todos los días. Podemos estar o no de acuerdo con esta visión, pero no podemos negar que para muchas personas, en esa época, muchas de esas cosas fueron ciertas.
En el futuro, con la ayuda y comentario de quienes vivimos esa época, esta película debería de ser vista por las gentes más jóvenes, quienes nacieron cuando el conflicto ya había concluido, para que entiendan la dura realidad que vivieron muchos de nuestros compatriotas que ahora viven en EEUU
Ahora, la parte técnica. Me impresionó que las localidades usadas para la filmación, se asemejen mucho a cualquier pueblito de este nuestro país. Puesto que la película fue filmada en México, es difícil que eso no se refleje. Hay algunos giros y expresiones idiomáticas que no usamos en El Salvador, así como es muy difícil hacer tomas en una terminal de buses y que no se note que es una terminal mexicana. No obstante, el director se esmera por que el número de la ruta sea el correcto: ruta 33. Por último, me asombró que al inicio de la película, se escribiera la palabra Cuscatanzingo, cuando lo correcto es Cuscatancingo. No obstante, nada de esto empaña un largometraje que vale la pena de ser disfrutado no una, sino al menos dos veces.
Róger Lindo nos cuenta sobre las impresiones del público luego de la película
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