Los días anteriores y posteriores a la celebración de la Independencia Patria, escuché en varios anuncios de la propaganda gubernamental, que vivimos en un "País de Libertades". Esto se amarra a la idea que sólo basta esa Libertad para que todos los salvadoreños seamos capaces de volvernos auténticos y florecientes empresarios. Esa idea me da risa, sobre todo después de haber leído un artículo de Marcos Roitman Rosenmann, aparecido en La Jornada, de México, que sintetiza claramente algunas creencias mías desde hace varios años.
Si bien el artículo, titulado ¿A qué responde la nueva izquierda de AL? da para un análisis más amplio, creo que dejaré esa tarea a otras personas más versadas en el tema. Me centraré únicamente en algunos párrafos que cito a continuación.
El viejo capitalismo de usura pensado sobre la configuración de la contradicción capital/trabajo y enraizado en la lucha de clases es sustituido por una concepción en la que priman los valores de la solidaridad entre patrones y empleados, obreros y empresarios, campesinos y terratenientes, jornaleros y latifundistas. En definitiva nos recrean una sociedad capaz de cubrir a todos sus miembros en la denominación genérica de consumidores pertenecientes al sistema.
Se trataría de un universo compatible con el individualismo creativo, impulsor de la moral egoísta, del éxito personal, la competitividad y la riqueza. En otras palabras, el capitalismo se transforma en la libertad de realización. Una opción para realizar los sueños dentro del mercado global puestos a disposición del consumidor en el marco de la economía de mercado.
Así, el capitalismo pasa a ser un vínculo entre la persona, la libertad y la democracia representativa, todo ello bajo la atenta mirada de un Estado social de derecho, considerado complemento idóneo para el mercado. De esta forma, la explotación desaparece, y por arte de birle-birloque, el capitalismo se transforma en modo de producción democrático. Y la explotación visible, obscena, violenta a nuestras miradas cotidianas en semáforos y calles, en las cuales los menores tragan llamas de fuego, venden chicles o su cuerpo a cambio de un peso, se transforma, en boca de sus tanques de pensamiento, en una falta de capacidad para competir.
Una exclusión participativa de la cual hay que sacar conclusiones positivas. Se pasa de la explicación tópica, "siempre han habido ricos y pobres", a una propuesta más elaborada. Ahora se apela a su capacidad para enfrentar situaciones de emergencia mirando hacia el futuro. Esta actitud fue adjetivada como el otro sendero o la emergencia de un capitalismo popular en los años 90. Hernando de Soto, su teórico, consideró a los pobres y explotados la panacea para salir de la crisis del proteccionismo mercantilista y de paso una buena ocasión para criticar la acción del Estado, calificándolo de paternalista, populista y desarrollista.
Los pobres de las calles y los vendedores de las esquinas ya no eran explotados, eran capitalistas populares convertidos en verdaderos empresarios. Sólo debían transformarse.
Hay algo que me choca de ese discurso de "País de Libertades" y es que hace ver a la gente que está más hundida, la más pobre, en "personas tontas" que no son capaces de aprovechar "las oportunidades" que les ofrece el Sistema. El discurso las convierte en haraganas, poco emprendedoras y competitivas, sin afán de superación o que no se rebuscan para salir adelante. No pretendo negar que uno de los componentes para mejorar es poner todo el empeño personal en ello, pero tampoco puede esconderse que no todos tenemos las mismas oportunidades y recursos para hacerlo. Si no, preguntémosle a las personas que viven en las zonas el índice de desarrollo humano más bajo de todo el país.
Otra cosa que me asombra de nuestro "Sistema de Libertades" es que lo medimos usando como parámetro la obtención de cosas superfluas: si puedo o no cambiarme de operador de telefonía celular, si puedo escoger que clase de bebida gaseosa (soda) deseo tomar, a qué supermercado puedo ir a comprar comida gourmet o a cual centro comercial quiero ir a visitar.
El punto es que el famoso "sistema" no funciona para todos y cada día se hace más grande la brecha entre los discursos presidenciales y lo realmente hace este gobierno para lograr que esos recursos llegen hasta el último caserío de este país.
Categoría: Política
«a nuestras miradas cotidianas en semáforos y calles, en las cuales los menores tragan llamas de fuego»
ResponderBorrarRoitmann habla, por supuesto, del resultado del México socialista en que vive. El México
- que en 1938 robó la industria del petróleo a quienes sudaron, lloraron y sangraron para crearla
- que en 1943 creó el IMSS, destruyendo el acceso a cuidado médico privado para los pobres a precio razonable
- que ha implantado cuanta moda socialista se le ha cruzado por enfrente, incluyendo subsidios, subvenciones, "estímulos," impuestos, controles, y la retahíla de "instituciones" pro-esto, pro-aquello que acompañan dichos inútiles gestos
Ése es el México socialista de los niños tragafuegos.
No es la Gran Bretaña capitalista de Thatcher, ni la gringolandia capitalista de Bush. En ésos países, el capitalismo de usura se ha asegurado que no haya niños tragafuegos.
No conozco lo suficiente la realidad mexicana, pero creo que tu análisis es incompleto, pues te falta, al menos, tomar en cuenta tanto a la revolución mexicana como todo el largo período priísta en el poder. No es mala idea que le escribieras al autor del artículo para poder dialogarlo con él.
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