24.3.09

A 29 años de su muerte

Hoy se cumplen veintinueve años del asesinato de Monseñor Óscar Arnulfo Romero. El sábado pasado hubo una marcha-procesión que salió del monumento al Salvador del Mundo hacia la Catedral Metropolitana en donde se celebró una misa y hubo una vigilia con presentaciones artísticas diversas.

Todo esto por un hombre que se ha vuelto, quizá, en el salvadoreño más conocido fuera de nuestras fronteras. Una persona que fue capaz, desde su púlpito y con sus visitas pastorales, de generar fuertes rechazos de parte de la extrema derecha de este país. Igualmente, los grupos de izquierda que en ese momento estaban en la clandestinidad intentaron manipularlo y lo miraban como un "viejito" que no entendía lo que pasaba a su alrededor. Otra persona lo recuerda como un señor que tenía miedo de enfrentarse a los soldados mientras negociaba la salida de muchos guerrilleros refugiados en la Iglesia El Rosario, enfrente de la Plaza Libertad.

Conozco gente que nunca ha leído, o mucho menos escuchado, una de sus homilías, pero lo miran como alguien pernicioso, que apartó a la Iglesia Católica de su misión de pastorear las almas, la politizó e hizo que muchas personas se volvieran protestantes. Es mas, alguna dice que si alguna vez lo nombran Santo, no acataría esa "orden" de Roma.

Para mí, Monseñor se convirtió en la conciencia moral de este país a finales de la década de 1970. Con él, la Iglesia Católica ganó credibilidad al denunciar las graves violaciones de Derechos Humanos que cometían el gobierno (en su mayoría) y la guerrilla. Esa misma credibilidad la mantuvo Monseñor Rivera Damas, su sucesor en la Arquidiócesis de San Salvador, para servir de mediador entre las partes en conflicto. Monseñor Romero se convirtió en esa conciencia moral, no porque no tuviera miedo, sino que a pesar de sus limitaciones personales, no quiso evadir su rol de ser "la voz de los sin voz"

En estos días, la imagen y el recuerdo de Monseñor es usado tanto por la izquierda como por la derecha para mostrarse cercanos a la religiosidad popular y para congraciarse con el Vaticano.

Curiosamente, si actualmente uno revisa muchas de las cosas que Monseñor denunciaba, se encuentra que no eran cosas descabelladas ni revolucionarias. Simplificando, podría decirse que pedía el respeto de los Derechos Humanos de las personas y que se mejorara el Índice de Desarrollo Humano de El Salvador (posiblemente ese término no se conocía en ese momento). Quería que la oligarquía compartiera voluntariamente una parte de la gran riqueza que tenía para ayudar a la población que pasaba (y sigue pasando) tanta necesidad. En mi opinión, lo mataron simplemente porque quiso ser fiel a su misión pastoral, porque quiso que este país fuera un sitio donde todos pudieran vivir decentemente.

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