Hace días, leí este artículo en un periódico matutino.
Puesto que remite a una fecha en la cual a duras penas tenía conciencia de mí mismo, y lo que conocía del mundo lo hacía a través de lo que comentaban, leían o miraban mis padres, no puedo juzgar su contenido. Lo que me atrevo a decir es que el texto plantea uan especia de mentira orquestada para favorecer a Roque Dalton. No conozco al autor en persona. Conozco poco de su perfil profesional y de su historia. He leído desde hace años artículos suyos por ahí, otros por allá. Además, he visto algunas veces su programa en la Televisión Educativa. Puedo opinar desde esa perspectiva. Es una persona que ha leído bastante y tiene una cultura amplia. Ha tomado las funciones de crítico literario, de teatro y de cine, y la realidad de este país es que nadie se ha especializado en eso.
A la semana, encontré en el mismo periódico la respuesta de Rafael Menjívar Ochoa el autor de Tribulaciones y asteriscos, aclarando algunas de las dudas planteadas por el primer artículo.
No tengo elementos para discernir quien "tiene la razón". Sin embargo quiero hacer notar que Rafael no es la primera persona que reacciona de manera similar a los argumentos, comentarios o posturas del primer articulista.
Lo recuerdo vagamente en una entrevista que hizo a Marcela Serrano cuando la escritora hizo una visita al país. Le preguntó algo así que por que escribia sólo sobre mujeres y comparó el trabajo con el de Flaubert había hecho algo similar en "Madame Bovary". Sí recuerdo lo airada que estaba la escritora al contestarle. Le dijo que sólo una mujer podía escribir con propiedad sobre los sentimientos de otra mujer. El entrevistador cometió un error y luego tropezó nuevamente cuando intentó defender su postura. A partir de ahí, la entrevista fue en descenso.
Cosa muy diferente fue la entrevista a Elena Poniatovska, cuando nos visitó para promocionar su libro "La piel del cielo" con la cual ganó el premio Alfaguara en el año 2001. Ahí se comportó y supo llevar de mejor modo la cosa.
Pero la cosa no para ahí. El primer articulista vuelve a la carga. En una parte de la entrevista televisiva que le hizo a Roberto Salomón, director de teatro salvadoreño quien ha fijado residencia en Europa y quien nos visita anualmente para montar obras y festivales teatrales. No era una entrevista en donde se ventilaban temas candentes, donde el conductor hace preguntas incisivas o sagaces al entrevistado, buscando en forma periodística la verdad. Era mas bien una tertulia televisada sobre el estado del teatro en El Salvador.
Todo iba bastante bien hasta que centraron la plática en el uso de la palabra nominación para las candidaturas a los premios Óscar. Salomón dijo que el consideraba incorrecto el uso de la misma. El entrevistador lo corrigió de manera ostentosa, a mi juicio.
Revisé el diccionario y, efectivamente, es lícito el uso de la palabra nominación para los candidatos a un premio o cargo público. El entrevistador tuvo razón. Pero también la tenía Roberto Salomón, a su manera. Leyendo "El dardo en la palabra", en 1975 Fernando Lázaro Carreter escribía que el uso de la palabra era inapropiado y exponía las razones. Es decir que en algún momento a partir de ese año, la Academia incorporó la acepción como adecuada (algo de esto se menciona en este artículo).
El pecado de Roberto Salomón fue no estar actualizado con el uso de la palabra en cuestión. El del entrevistador, mostrar un comportamiento que no logro describir. Se me ocurren las siguientes palabras: chocante, petulante, engreído, poco humilde, descortés, exhibicionista de su saber, con afán de hacer ver mal al entrevistado. Es la misma sensación que me deja la frase antes citada: "El error de Julio Cortázar es comprensible..." Si se lee de mala manera puede interpretarse como "Pobrecito Cortázar, se equivocó, se le disculpa por que no poseía la información que yo descubrí"
Como dije antes, no conozco a esta persona, así que no sé las motivaciones internas que lo mueven. Lo único que puedo describir es su comportamiento. Independientemente de su personalidad, de su posible afán por ganar notorierad, lo que no debe permitirsele a ningún periodista o crítico (es más, a nadie) es tratar de forma descortés a otra persona en un medio de difusión.
Tanto el poder como el conocimiento, a veces no van acompañados de la cortesía y la humildad necesaria para ejercerlos.
Dalton o Muñoz?
Geovani Galeas
Julio Cortázar escribió la más célebre reivindicación de Roque Dalton como ser humano entrañable y poeta de alto vuelo. Ese homenaje, titulado "Una muerte monstruosa", finaliza con un hermoso poema que Dalton incluyó en su novela.
La argumentación cortazariana consiste en hacer coincidir el perfil del poeta con ese poema.
Pero hay allí un equívoco: esos versos no fueron escritos por Dalton, sino por Armando López Muñoz, un lúcido y renegado bohemio, amigo de Dalton, que murió apuñalado en una cantina de San Salvador en 1960.
El error de Julio Cortázar es comprensible, puesto que Dalton no cita en su novela el nombre del autor verdadero de los versos en cuestión.
Lo extraño es que, a pesar de que ese texto había sido ya publicado en una muy conocida antología preparada por José Roberto Cea, nadie en nuestro país, ni siquiera ese antólogo, ha aclarado el malentendido.
El asunto no para ahí.
El capítulo IV de la novela daltoniana, a mi juicio el más conmovedor y logrado de la obra, es precisamente el diario de "un lúcido y renegado bohemio" que aunque, de nuevo, no se cite su nombre, es a todas luces el mismo Armando López Muñoz.
Y aquí viene el misterio.
Según mis pesquisas, ese capítulo no fue escrito, al menos no en su totalidad, por Dalton, quien solo lo habría retocado y ajustado en algunas de sus líneas, sino que es, en efecto, el diario real de López Muñoz Pero no insinúo que Dalton lo haya plagiado.
Dalton no tuvo tiempo de revisar la edición de su novela.
Ya había muerto cuando esta entró en proceso de publicación. La selección, la organización y la edición de los materiales dispersos que conformaban la obra fue realizada por otras personas en Costa Rica.
Esas personas nos deben una aclaración, y le deben una justa reparación a la memoria de Armando López Muñoz ¿O estamos frente a una extraña conspiración de silencios interesados?
Puesto que remite a una fecha en la cual a duras penas tenía conciencia de mí mismo, y lo que conocía del mundo lo hacía a través de lo que comentaban, leían o miraban mis padres, no puedo juzgar su contenido. Lo que me atrevo a decir es que el texto plantea uan especia de mentira orquestada para favorecer a Roque Dalton. No conozco al autor en persona. Conozco poco de su perfil profesional y de su historia. He leído desde hace años artículos suyos por ahí, otros por allá. Además, he visto algunas veces su programa en la Televisión Educativa. Puedo opinar desde esa perspectiva. Es una persona que ha leído bastante y tiene una cultura amplia. Ha tomado las funciones de crítico literario, de teatro y de cine, y la realidad de este país es que nadie se ha especializado en eso.
A la semana, encontré en el mismo periódico la respuesta de Rafael Menjívar Ochoa el autor de Tribulaciones y asteriscos, aclarando algunas de las dudas planteadas por el primer artículo.
Galeas o la conspiración
Rafael Menjívar Ochoa
En su artículo "¿Dalton o Muñoz?", del pasado 4 de marzo, Geovani Galeas habla de la novela "Pobrecito poeta que era yo", de Roque Dalton, y hace acusaciones que involucran a mi familia, concretamente a Ítalo López Vallecillos. He hablado con Silvia Castellanos, su viuda, y nos parece importante aclararlas.
Galeas menciona un poema de Armando López Muñoz que aparece en "Pobrecito poeta...". Señala que el personaje de la parte cuarta "es a todas luces el mismo Armando López Muñoz", y que, según sus "pesquisas", es, "en efecto, el diario real de López Muñoz".
"Pero no insinúo que Dalton lo haya plagiado", añade, y las personas que supuestamente incluyeron el diario "nos deben una aclaración, y le deben una justa reparación a la memoria de Armando López Muñoz. ¿O estamos frente a una extraña conspiración de silencios interesados?"
La nota de Galeas parte de un mito: que Dalton dejó inconcluso "Pobrecito poeta..." y que "la selección, la organización y la edición de los materiales dispersos que conformaban la obra fue realizada por otras personas en Costa Rica".
A principios de 1975, en Costa Rica, Ítalo llamó a mi padre, Rafael Menjívar Larín, para avisarle que Dalton le había enviado una novela. Fuimos a su casa y nos mostró una pila inmensa de hojas; era "Pobrecito poeta...". Sobre esa versión, que Dalton dio por definitiva, se trabajó la edición de EDUCA, sin añadir ni quitar nada además de correcciones de rutina, que incidentalmente ocurrieron con el autor en la clandestinidad o después de fallecido. (Hubo casos similares en la carrera de Ítalo, como "Informe de una injusticia", de Otto René Castillo.)
Ítalo se encargaba personalmente de todo lo que publicaba, desde la primera lectura hasta las correcciones finales; participaba en el diseño y supervisaba la impresión. Dejó la dirección de EDUCA hacia finales de 1975, y la novela se publicó cuando el novelista nicaragüense Lisandro Chávez Alfaro era director. Si alguien hizo o autorizó lo que Galeas asegura, fue Ítalo o Chávez Alfaro.
Lo que Galeas dice es que López Vallecillos (o Chávez) adulteró o provocó un plagio post mórtem. Es falso: lo que aparece en la novela es lo que Dalton incluyó y cómo lo incluyó. Si hubo una "extraña conspiración de silencios interesados", fue de una sola persona, y las conspiraciones funcionan de otro modo. No veo el interés de un editor en hacer algo así, y menos con la obra final de su amigo desde la adolescencia.
Ítalo murió en 1986. Pedirle aclaraciones a un muerto es poco elegante, aunque conveniente, porque no responderá. Tampoco Dalton ni López Muñoz.
No tengo elementos para discernir quien "tiene la razón". Sin embargo quiero hacer notar que Rafael no es la primera persona que reacciona de manera similar a los argumentos, comentarios o posturas del primer articulista.
Lo recuerdo vagamente en una entrevista que hizo a Marcela Serrano cuando la escritora hizo una visita al país. Le preguntó algo así que por que escribia sólo sobre mujeres y comparó el trabajo con el de Flaubert había hecho algo similar en "Madame Bovary". Sí recuerdo lo airada que estaba la escritora al contestarle. Le dijo que sólo una mujer podía escribir con propiedad sobre los sentimientos de otra mujer. El entrevistador cometió un error y luego tropezó nuevamente cuando intentó defender su postura. A partir de ahí, la entrevista fue en descenso.
Cosa muy diferente fue la entrevista a Elena Poniatovska, cuando nos visitó para promocionar su libro "La piel del cielo" con la cual ganó el premio Alfaguara en el año 2001. Ahí se comportó y supo llevar de mejor modo la cosa.
Pero la cosa no para ahí. El primer articulista vuelve a la carga. En una parte de la entrevista televisiva que le hizo a Roberto Salomón, director de teatro salvadoreño quien ha fijado residencia en Europa y quien nos visita anualmente para montar obras y festivales teatrales. No era una entrevista en donde se ventilaban temas candentes, donde el conductor hace preguntas incisivas o sagaces al entrevistado, buscando en forma periodística la verdad. Era mas bien una tertulia televisada sobre el estado del teatro en El Salvador.
Todo iba bastante bien hasta que centraron la plática en el uso de la palabra nominación para las candidaturas a los premios Óscar. Salomón dijo que el consideraba incorrecto el uso de la misma. El entrevistador lo corrigió de manera ostentosa, a mi juicio.
Revisé el diccionario y, efectivamente, es lícito el uso de la palabra nominación para los candidatos a un premio o cargo público. El entrevistador tuvo razón. Pero también la tenía Roberto Salomón, a su manera. Leyendo "El dardo en la palabra", en 1975 Fernando Lázaro Carreter escribía que el uso de la palabra era inapropiado y exponía las razones. Es decir que en algún momento a partir de ese año, la Academia incorporó la acepción como adecuada (algo de esto se menciona en este artículo).
El pecado de Roberto Salomón fue no estar actualizado con el uso de la palabra en cuestión. El del entrevistador, mostrar un comportamiento que no logro describir. Se me ocurren las siguientes palabras: chocante, petulante, engreído, poco humilde, descortés, exhibicionista de su saber, con afán de hacer ver mal al entrevistado. Es la misma sensación que me deja la frase antes citada: "El error de Julio Cortázar es comprensible..." Si se lee de mala manera puede interpretarse como "Pobrecito Cortázar, se equivocó, se le disculpa por que no poseía la información que yo descubrí"
Como dije antes, no conozco a esta persona, así que no sé las motivaciones internas que lo mueven. Lo único que puedo describir es su comportamiento. Independientemente de su personalidad, de su posible afán por ganar notorierad, lo que no debe permitirsele a ningún periodista o crítico (es más, a nadie) es tratar de forma descortés a otra persona en un medio de difusión.
Tanto el poder como el conocimiento, a veces no van acompañados de la cortesía y la humildad necesaria para ejercerlos.
muy interesante esta recopilación de información... también el planteamiento, aunque no sea particularmente tuyo... no dejes de postear las ultimas novedades del caso.
ResponderBorrarsaludos desde México.
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