30.10.08

Sobre la dichosa Cumbre.

Aprovechando el tiempo extra que me ha dejado el evento de la Cumbre Iberoamericana de países, quiero reflexionar sobre algunos puntos que están de moda en la opinión pública en este momento.

  • Si bien el tema de la Cumbre es el de la juventud, me asombra que el país anfitrión, el nuestro, rechace firmar la convención, alegando vicios de incompatibilidad con nuestra Constitución política. Desde hace semanas han circulado correos en donde organizaciones religiosas de corte conservador han llamado a ejercer presión para que no se firme el acuerdo, aduciendo que se atacaría la moral y las buenas costumbres. Es por esto que no me asombra que el país haya presentado argumentos, que si bien algunos jurisconsultos dicen que pueden ser considerados válidos, a mi me parecen que son una excusa que ocultan las verdaderas intenciones.
  • Dicen que el gobierno concentra su atención en el contenido de la educación sexual que deben recibir los jóvenes de parte del Estado. Creo que para todos es evidente que el proceso de aprendizaje tiene que estar apoyado tanto por la escuela como por las madre y padres de familia. Mientras se siga vendiendo el tema de la educación sexual como un simple problema "escolar" o de "planes de estudio" no llegaremos a ningún lado.
  • Es evidente que el tema de la educación sexual dentro de los planes de educación tiene sentido para aquellos jóvenes que van a la escuela. ¿Qué piensa hacerse con todos aquellos que ya no asisten a ella por diversos motivos?
  • Estoy de acuerdo con que los padres decidan la mejor manera de educar a su prole. Esto implica que cada familia debe decidir que valores (morales, culturales, humanos) quiere inculcarle a sus hijos. Además esa familia tiene la obligación de dejarle claro a sus hijos lo que espera de ellos en las diferentes áreas de la vida. Para recalcar el punto: esta "trasferencia de valores" no es algo que pueda delegarse completamente en la Escuela o en la Iglesia.
  • Se plantea el tema de la educación sexual únicamente para los jóvenes, cuando es evidente que también los adultos necesitan de esa misma educación si queremos que formen de manera correcta a sus hijos. Posiblemente sea más sencillo (o más difícil dirían algunos) enseñar a los padres, para que ayuden con los hijos. Con esto lograríamos también un mejor conocimiento en los adultos sobre temas polémicos como las ETS o el VIH-SIDA.
  • Si a la Iglesia Católica (o a otras Iglesias) no les gusta los contenidos que el Estado colocará en sus cursos de educación sexual, tiene todo el derecho a disentir y a expresar esa disconformidad. Pero también tiene la obligación de transmitir a sus fieles qué valores desea que ellos vivan. Con esta transmisión no me refiero simplemente a decir qué es lo que NO hay que hacer. Se vuelve necesario que la Iglesia retome el tema de la educación sexual tanto para jóvenes como para los adultos. Y no a la escala minoritaria con que lo hacen ahora, sino de una manera masiva, integral y acorde a la edad de las personas en sus diferentes estadios de madurez.
Este tema es amplio y no soy experto en él como para ahondar en cada uno de ellos; pero me parece que de parte del Gobierno y de los Medios de Difusión se tratado de una manera superficial, y de esa manera en lugar de informar, se distorsiona a la opinión ciudadana.

En la prensa:
La noticia en BBC Mundo.

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