Durante los doce años que duró la guerra civil en nuestro país, más los cinco años adicionales de represión por parte de los gobiernos militares anteriores a 1979, se perdieron setenta mil vidas entre asesinados y desaparecidos (que ahora sabemos que fueron asesinados pero que desconocemos donde están sus cadáveres). A eso debemos sumarles la enorme cantidad de salvadoreños que huyeron del país, que se refugiaron en Canadá, México, Australia, Guatemala, Nicaragua, Costa Rica, EE.UU y otros países.
Me atrevo a asegurar que casi todas las familias salvadoreñas fueron afectadas por la guerra en forma directa. En casi todas hay por lo menos una persona asesinada o expatriada por motivos políticos. Si no es en nuestra familia, conocemos alguien cercano que sí perdió a un pariente.
Cuando se firmaron los acuerdos de paz en1992, se terminó el conflicto armado, pero no se hicieron suficientes esfuerzos para reconciliar el país. La polarización de la sociedad continúa. Sigue siendo igualmente válida la formación de bandos los buenos contra los malos, nosotros contra ellos, los comeniños contra los libertadores, izquierda contra derecha
Este proceso pendiente de reconciliación afecta a las estructuras sociales y políticas, y también a las familias, personas y grupos. El solo hecho de desconocer el paradero de los restos de un ser querido afecta a muchas familias.
Es por esto (y por otros motivos) que era tan importante el acto público de perdón a la familia de las hermanitas Serrano. Era la oportunidad para abrir espacios para la reconciliación. Pero se percibió como una derrota, como una acto de debilidad. Han surgido comentarios en los blogs salvadoreños sugiriendo que no sólo el gobierno debería pedir perdón, sino también el FMLN. Y tienen razón. También tendría que pedirlo el ejército salvadoreño como cuerpo, igualmente, como individuos, los miembros del alto mando del ejército durante esos años. Igualmente los ex-comandantes del FMLN por acciones cometidas.
Esta creencia parte de la idea deformada de perdón que nos ha enseñado la religión, en nuestra casa, en la escuela. Siempre pensamos que el perdón es un acto espontáneo, inconsciente y simple. Nos lo enseñaron así. Cuando de pequeños nos peleábamos con un amigo, nos separaban y nos ponían frente a frente. Luego nos decían: "Vaya, pídanse perdón y dense la mano". Lo hacíamos y nos hacían creer que con esto se había olvidado todo. Nos hicieron pensar erróneamente que perdón y olvido eran equivalentes, que perdón y justicia no debían estar juntos en la misma frase. Y nosotros aprendimos que pedir perdón era signo de humillación, de debilidad, de derrota.
Todavía repetimos en el PadreNuestro "perdona nuestras ofensas, así como nosotros perdonamos a los que nos ofenden". Triste. Aprendimos que dios nos perdona si, y sólo si, perdonamos a los que nos ofenden. ¡Qué error!
Creemos que como adolescentes, adultos o personas mayores ya sabemos como va "esa onda del perdón", que ya sabemos como funciona. Si he ofendido a alguien, siento un poco de culpa por eso, pido perdón, me lo otorgan y asunto concluido. Si he sido el ofendido, espero a que me pidan disculpas y si estoy de humor, concedo el perdón y sanseacabó. Nos hace falta aprender mucho sobre el tema. Nos hace falta a nivel personal y social.
Personalmente, yo también tengo algunos procesos de perdón pendientes. Uno por motivos políticos y otros por rencillas personales. He caído en la cuenta que mientras no trabaje esos temas pendientes, el gran perdedor sigo siendo yo. Nadie más. Los ofensores viven tranquilos mientras yo sigo con mis áreas grises, sin reverdecer.
Como un ejemplo de lo que puede ayudarnos a nivel personal el perdonar a los que nos ofenden, los invito a leer esta entrevista realizada por el Faro a Jaime Hill quien fue secuestrado durante la época de nuestra guerra civil.
Categorías: Reflexiones, Política, Perdón
El perdón es una asignatura que la mayoría de nosotros tenemos pendiente. Y es que se necesita mucho valor para cursarla.
ResponderBorrarTodos alguna vez nos hemos sentido lastimados, decepcionados o traicionados por alguien, y quizá tenemos una herida que no acaba de sanar, una herida que, por haber quedado desatendida, sigue doliendo y creciendo, y nos amarga la vida. El perdón es la cura para esa herida y el único camino que conduce a la paz. La verdadera Paz.
ResponderBorrar¿Qué es el perdón?
Perdonar no implica dar la razón al otro –y este es el problema- muchos creen que TU debes de pedir perdon y no yo. La guera fue cruel y militares y guerrilleros cometieron errores, unos más grandes que otros. Perdonar es, sobre todo, desterrar el odio de tu corazón, lo que te compromete a poner un alto total a cualquier hostilidad contra quien o quienes te lastimaron y hacer todo lo posible para que esta experiencia no sea una fuente de amargura, sino de amor para ti y para los demás.
¿Por qué tengo que perdonar?
Porque Dios te perdona. Porque tenemos que comenzar con esas ilusiones que quedaron truncadas para muchos. Porque el respeto a su memoria debemos de buscar dar ese perdon, lo mismo que pedirlo. Dios siempre te perdona y lo hace gratuitamente, te libera para siempre de tu culpa. Ya no quedas atado a aquello que te ha sido perdonado, y puedes, por lo tanto, empezar de nuevo y reconstruirte como un ser nuevo. El perdón de Dios, el único que tiene derecho a exigir, te da la oportunidad de partir de ceros.
Para que otros descubran el perdón, hacen falta personas dispuestas a perdonar. Quien no perdona no vive en paz: tiene una guerra en su interior que no le da sosiego, y eso lo afecta en todo: en su salud, en sus relaciones personales y en su relación con Dios. La persona rencorosa se va amargando y se va acostumbrando a ir por la vida con su costal lleno de razones para la ira y el rencor, y a cada paso que da va añadiendo algo más, un nuevo agravio, una nueva ‘cuenta pendiente’ con alguno, hasta que la carga termina por serle insoportable.
Perdonar no es fácil -requiere de mucha perseverancia- pero vale mucho la pena. El que perdona se desembaraza de una carga inaguantable: la de acarrear todos los agravios, todos los recuerdos dolorosos, toda la ira, los deseos de venganza. El que perdona halla por fin la paz. Se terminan los corajes, la úlcera, la boca amarga, los pleitos, el sentirse muy incómodo cada vez que se ve a esa persona. Se acaba la rigidez, el voltearse para otra parte, el cambiarse a otra acera, o el aguantarse para no reír de sus chistes, para no mostrar ninguna benevolencia, para no ceder. Y se deja la mente libre para dedicarla a otra cosa que en verdad lo enriquezca y lo haga crecer como ser humano.
Es tiempo de buscar el camino de hacer crecer este pais.
Muy buen post y excelentes comentarios, creo que Soy Salvadoreño tambien ha tocado el punto en su post de el general papá o algo asi.
ResponderBorrarUna cosa es el perdón, como liberación del ofendido hacia su ofensor de los daños causados y otra cosa es la justicia como enmienda del ofensor hacia el ofendido, se puede otorgar perdon y administrar justicia, pero se puede eximir de la justicia amparandose en el perdón, o será la justicia causa para no otorgar el perdón, son dilemas que cada uno debe resolver a su propia manera.
Por cierto.
Estoy esperando a leer el Blog de Nelson, será muy interesante e ilustrador.
Perdón.. JAJAJA
ResponderBorrarQuise poner mi nombre pero escribí la palabra llave para postear...
Saludos
Arbolario: Sí, mucha valentía y esfuerzo. Y este valor no tiene nada que ver con ser "machos" o "agresivos".
ResponderBorrarNelson: Muy importante lo que planteas. Si todos pensáramos así, nos hubiéramos reconciliado hace mucho tiempo.
Y para quienes no creen en Dios, igual el perdón es una forma de auto-liberación interior. Así que de todos modos es una camino a recorrer, si queremos ser felices.
Hunnapuh:
Sí, EsSalvadoreño ya había comentado la entrevista con el Ministro. Igual, yo ya estaba escribiendo sobre el tema en otra línea, así que no me pareció redundante.
Gracias a todos por los comentarios.