Caminaba entre los estantes de la librería, viendo allá, mirando acá, hojeando algún libro, cuando de repente, al doblar una esquina, estaba ahí, acechándome.
Debía de medir como 2.30 mts, pero se miraba menor, sentado en una piedra. Tenía el pie izquierdo en el suelo y el derecho apoyado sobre la roca. Su codo derecho descansaba sobre la rodilla y su cabeza, reposaba sobre su palma de su mano. La mano izquierda reposaba sobre su pierna izquierda. Miraba hacia el suelo, simulando cansancio o tristeza. Su espada yacía a un lado, apoyada en la roca.
No pude dejar de estremecerme al contemplar la estatua en bronce del Caballero de la Triste Figura.
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