8.2.05

Preguntas en voz alta

Todo comenzó con un artículo de la Chica con Falda roja

Lo leí y se me abalanzó la tristeza encima. ¿Qué hace que a muchos de los hombres de este planeta se les descarrile su sexualidad abusando de menores y sobre todo de sus hijas o sobrinas? No es que justifique o que la falta sea menor si es una menor desconocida, para nada; pero ¿a tu sobrina? ¿a tu hija? Es peor, mucho peor.

No lo sé. Las ideas se descontrolan cuando pienso esto: Un señor, en apariencias normal, es capaz de arruinarle la vida a una menor de edad. ¿En qué pensarán? Es mas, creo que ni piensan, se dejan llevar por el instinto. Si pensaran, algo dentro de su retorcida mente les diría que se abstuvieran, les diría algo así como «¡Detente, que es tu hija, por Dios!». Y luego la conciencia les haría la vida imposible, la culpa no los dejaría dormir. No podrían ver a los ojos a la madre de la niña.

Sin embargo, eso no sucede. Las historias de abusos que conocemos duran años. Se descubren o por accidente o porque la víctima se arma de valor y habla. Y es cierto que se necesita valor para hablar y contar esas historias.

¿Que será lo que vuelve a estos hombres (más) bestias? ¿Alimentación, el entorno, su familia, su propio historial de abuso, machismo? ¿Qué será? Y ante todo, la pregunta más difícil, la que me genera más miedo: ¿Qué evita que yo me vuelva un monstruo como uno de ellos?

Son preguntas para las cuales no hallo respuesta. Por eso escribí estas líneas, no tanto para responderlas, sino para plantearlas en voz alta, por fin.

Sirvan estas líneas como:
  • un rechazo visceral a este tipo de abusos,
  • como una muestra de respeto y admiración a las víctimas que han dado el paso y han denunciado al abusador y
  • un apoyo a las que todavía no lo han hecho.

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