24.2.05

La fatalidad

Visité la página de Chete, como lo hago al menos dos veces en la semana, y leí su artículo sobre la suerte de las víctimas del sudeste asiático.

Ummm... pues, con muchas disculpas para Chete, no estoy completamente de acuerdo con él. Mas bien me parece que lo que el plantea es un caso excepcional de algo más general.

Es que yo no creo en eso del "Sino", ese concepto griego de que nuestra vida está escrita de antemano y que nuestro rumbo está predefinido como los rieles del ferrocarril. Esto nos dejaría a merced únicamente de los dioses o de las circunstancias o de un dios que nos manda a esta vida a sufrir y que "permite que a sus hijos les suceden esas cosas" (sobre esto escribiré llegado su momento).

Tampoco caigo en ese rollo de "yo soy el arquitecto de mi propio destino" tan vendido por la monserga empresarial para justificar el "éxito" de unos y la pobreza de los otros. Mi profesor de literatura de los últimos dos años de bachillerato le gustaba repetir una frase de Ortega y Gasset: "yo soy yo y mi circunstancia". Siempre me gustó esa frase y sólo después de varios años la he ido aprehendiendo y degustando

Me parece que todas esas cosas son producto de una cadena de pequeños eventos infortunados, que cuando se producen, pues conducen a las muertes. Días antes leí un artículo de Nora Bär, en el periódico argentino La Nación. Lo cito a continuación.

Nota previa: "República Cromagnon" es el nombre de una discoteca de Buenos Aires que se incendió durante un concierto, matando a muchos jóvenes asistentes.

La ley de Murphy

Hace 55 años, observando unos instrumentos que se habían instalado incorrectamente en un jet de pruebas, el capitán Edward Murphy, de la Fuerza Aérea de los Estados Unidos, pronunció una frase que se haría célebre: "Si hay alguna posibilidad de que algo salga mal, saldrá mal".

Puede que la "ley de Murphy" no sea infalible, pero existe una miríada de fatalidades grandes y pequeñas que la confirman.

Tal vez por eso las industrias de alto riesgo, como la nuclear o la aeroespacial, desisten del enfoque tradicional, que se basa casi exclusivamente en evitar que los individuos no cometan errores, y se concentran en el manejo del error, descontando que, en algún momento, se producirá. Es decir, consideran que los accidentes frecuentemente se producen no como resultado de un error, sino de una cadena de errores.

Como escriben Thoralf Sundt, Jeffrey Brown y Paul Uhlig en un trabajo que un distinguido especialista envió a mi casilla de correo electrónico y que no hace mucho se publicó en los Anales de Cirugía Torácica: "El medio ambiente (...) cumple un papel fundamental en la génesis del accidente estableciendo condiciones latentes para la falla".

Los investigadores explican que el desastre se produce cuando los errores se alinean con las vulnerabilidades locales. Y subrayan que distintos cambios pueden crear esas "condiciones latentes" de inseguridad, como los económicos.

Por ejemplo, una comisión investigadora que analizó la explosión del reactor de Chernobyl la explicó como el producto de la suma de seis diferentes factores.

El 20 de febrero de 2003 ocurrió una catástrofe en el local nocturno The Station, de Rhode Island, Estados Unidos, que tiene inquietantes similitudes con la dolorosa tragedia de Cromagnon. Tras el uso de pirotecnia se desató un incendio que se cobró la vida de 100 de las 300 personas que se encontraban en el lugar y dejó casi 200 heridos.

Según un informe elaborado por un cuerpo especial que estudió durante siete meses el accidente norteamericano, y que el INTI cuenta entre su documentación para la prevención de incendios, hubo varios elementos que incidieron en el fatal desenlace: "La cercanía de la pirotecnia y de espumas aislantes en un edificio de madera, la falta de percepción de los asistentes, al principio del incendio, de que se trataba de una situación de emergencia, personal no capacitado, demasiada gente y escasas salidas y, lo más importante, la ausencia de un sistema de extintores potencialmente salvador de vidas. Individualmente -subrayan- eran un peligro. Juntos conformaron una tormenta perfecta de sucesos que desencadenó la catástrofe". Y agregan: "(...) la pérdida podría haberse prevenido con un cumplimiento más riguroso del Código, la capacitación de empleados y la instalación de extintores automáticos".

También en Buenos Aires se necesitaron pirotecnia, un techo acústico, salidas bloqueadas y una multitud exaltada para componer un cóctel explosivo.

Por supuesto que hay que encontrar culpables. Tal vez eso nos deje tranquilos. Pero si no cambiamos muchas cosas, tanto individuales como grupales, hay altas probabilidades de que esto vuelva a ocurrir...

Por Nora Bär

Dos terremotos, de similares magnitudes, uno sucede en el primer mundo y otro en cualquier país del tercer mundo. En el primer caso, pues ocurrirán daños materiales, algunas víctimas. Pero en el segundo, las cifras de muertos podrían subir a cientos, los damnificados quintuplicarían esta cantidad. Las casas arrasadas serían demasiadas. ¿Cuál es la diferencia? Que en el primer mundo hay un sistema de previsión y manejo de desastres. Existe una infraestructura de logística que permite auxiliar a las personas afectadas, hay sistemas de alerta temprana, etcétera.

No creo que todas las víctimas de terremotos como el de 2001 en nuestro país sean víctimas de la fatalidad. Son producto de la falta de planificación urbanística, del deterioro ambiental, de la falta de regulaciones, de construcciones antisísmicas, de ineficacia de un Comité de Emergencia Nacional, y de.... otra larga lista de causas.

Hay cosas que no son evitables, como el maremoto. Otras, pues con un poco de precaución o bastante de paranoia pues pueden soslayarse, hasta cierto punto. Cuando logramos cubrir con en grado aceptable la prevención de eventos, cuando tomamos las medidas de seguridad respectivas, cuando hacemos lo que está a nuestro alcance, y aún así ocurre alguna desgracia, es entonces y sólo entonces que estamos en presencia de lo expuesto por Chete en su artículo, que ojalá siempre fuera la excepción y no la regla.

Esa ocurrencia de la tragedia a pesar de nuestros esfuerzos por minimizarla, la voz popular lo recoge en una frase: "Al que le toca, le toca".



1 comentario:

  1. Lo peor de todo es que lo del sino es un medio más de "entretener" a la gente para que no den demasiado la lata pidiendo responsabilidades y medidas para la prevención de segundas partes del desastre. Los gobiernos juegan con las vidas de millones de personas cada vez que estiman que las posibilidades de que "algo así" suceda son mínimas y que mejor dedicar el dinero necesario para evitar en desastre en, por porner un ejemplo, más tanques o más bombas.

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