25.11.04

El médico a palos

Ayer asistí a la presentación de “El médico a palos”, montada por “Teatro estudio” y dirigida por Fernando Umaña.

Había leído lo publicado en “La Prensa Gráfica”, en donde anunciaban el evento. Si bien lo escrito indicaba el derrotero que llevaba la puesta en escena, apenas si le hizo justicia.
http://www.laprensagrafica.com/cultura/50440.asp

Luego hallé este artículo en otro periódico.
http://www.elsalvador.com/hablemos/2004/211104/211104-5.htm

El director usa acrobacias, lenguaje gestual de doble sentido y giros coloquiales salvadoreños para montar una obra en donde, al menos yo como espectador me divertí mucho. Muchas de las personas a mi alrededor soltaban carcajadas ante las ocurrencias de Sgnarelle o la coquetería de la niñera Jacqueline.

Durante la primera parte, se hace gala del dominio del cuerpo por parte de los actores, a través de piruetas propias de saltimbanquis. A través de este recurso visual se lleva el ritmo de los diálogos o la relación entre los personajes, sin caer en exageraciones.

La caracterización de los personajes por parte de los actores, se ve reforzada por el uso de máscaras, hechas por los mismos actores según se explica al terminar la presentación. Las máscaras permiten que con tan sólo cinco actores se logren desarrollar diez personajes. A esto hay que añadir el uso del vestuario, que complementa la identificación de cada personaje con su puesto en la sociedad y en la obra.

Cervantes dice que las comparaciones son odiosas, pero luego de disfrutar la puesta en escena de “Mirandolina” no deja de sentirse la ausencia de escenario, que se compone prácticamente de telones. “El médico a palos” se destaca por el uso de cuanto recurso escénico se tiene a mano, para construir en la imaginación del público el escenario y las situaciones de la época. Ese es el gran mérito de la obra.

En lo personal, la escena que más me gustó fue aquella cuando Snagarelle se presenta en casa de Geronte y hace su entrada vestido de médico. No la describo en detalle para no adelantar nada a otras personas que puedan asistir a las demás funciones. Otro detalle cómico es el desplazamiento de Lucinda por el escenario, que simula a una bailarina clásica de “El lago de los cisnes”

Hay partes que se sienten como vacías, en donde la acción es mínima y pareciera que se busca tiempo para que ocurra el cambio de vestuario. Un ejemplo es la escena en donde Jacqueline, pan y vino en brazos, sigue a Lucinda. Esto se torna aparentemente sin sentido. Este es el único defecto que le encontré a la puesta en escena, si es posible llamarlo de tal modo.

La traducción de Ricardo Lindo de la versión original a la salvadoreña es ingeniosa, proveyendo de frescura a los diálogos y situaciones.

La actuación de César Pineda como Snagarelle es notable, aunque es posible mejorar las poses afectadas propias de la época, que a ratos son demasiado pocas, lo cual vuelve un poco rígido el desenvolvimiento en escena del personaje. En sus papeles, la actuación de Alejandra Nolasco vuelve a imponerse. Sabe interpretar a la pícara Martina, así como a la coqueta Jacqueline.

Por último, incorporo una pequeña imagen del programa de mano que repartieron (pendiente).

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