Ayer se llevo a cabo la tradicional "Bajada", que es para muchas personas punto central de las fiestas patronales de la capital de este país. Para quienes no conozcan del todo sobre lo que hablo, me refiero a la procesión religiosa del Divino Salvador del Mundo, que es el patrono de El Salvador y de su capital, en donde se conmemora la Transfiguración de Jesús en el Monte Tabor (1)
Como parte de la celebración, se lleva a cabo un despliegue de fuegos artificiales. Mientras los contemplaba, no podía dejar de pensar la fascinación que ejercen sobre nosotros, o al menos sobre mí, este tipo de luces. No existe fiesta religiosa o civil que no se celebre en los pueblos de El Salvador con pólvora (a través de los "cohetes de vara" como se les llama acá) y si el presupuesto municipal alcanza, se lleva a cabo la quema del "castillo" y la quema de fuegos artificiales o de luces. Quitando el estruendo que producen al estallar y que a muchas personas les parece molesto y que a muchos bebés no deja de causarles llanto, no conozco a persona alguna que no le guste disfrutar del espectáculo de los fuegos artificiales. Esos breves momentos en donde el oscuro cielo cambia para ser iluminado por luces rojas, verdes, amarillas, por cascadas de chispas multicolores, siempre arrancan sonrisas a quienes las presencian.
Esta fascinación no es prerrogativa de El Salvador o de los países latinoamericanos, si no también en EE.UU. y en otras partes del mundo. Me atrevería a decir, desde mi ignorancia, que es algo inherente al ser humano.
Bien, hoy antes de dormir seguiré regodeándome con esas luces que por un momento rivalizaron con las estrellas.
Categoría: Reflexiones, Cultura
Notas:
(1) Tradicionalmente, la procesión inicia en la basílica del Sagrado Corazón, en la Calle Arce y se dirige a la Catedral Metropolitana, ambas ubicadas en el centro histórico de San Salvador. El momento culminante de la misma ocurre frente al atrio de Catedral, que es cuando la imagen de Jesús, montada sobre una estructura que simula el globo terráqueo, desciende por medios mecánicos al interior de la esfera, ocultándose de los asistentes por varios minutos. Ahí les son cambiadas las vestiduras que ha llevado hasta el momento (rojas usualmente) por otras completamente blancas. La imagen retorna nuevamente a su posición sobre el globo terrestre, y es recibida por los asistentes con fuertes aplausos. Este descenso al interior de la estructura, esta "bajada" es lo que le da el nombre popular a la procesión.
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Como parte de la celebración, se lleva a cabo un despliegue de fuegos artificiales. Mientras los contemplaba, no podía dejar de pensar la fascinación que ejercen sobre nosotros, o al menos sobre mí, este tipo de luces. No existe fiesta religiosa o civil que no se celebre en los pueblos de El Salvador con pólvora (a través de los "cohetes de vara" como se les llama acá) y si el presupuesto municipal alcanza, se lleva a cabo la quema del "castillo" y la quema de fuegos artificiales o de luces. Quitando el estruendo que producen al estallar y que a muchas personas les parece molesto y que a muchos bebés no deja de causarles llanto, no conozco a persona alguna que no le guste disfrutar del espectáculo de los fuegos artificiales. Esos breves momentos en donde el oscuro cielo cambia para ser iluminado por luces rojas, verdes, amarillas, por cascadas de chispas multicolores, siempre arrancan sonrisas a quienes las presencian.
Esta fascinación no es prerrogativa de El Salvador o de los países latinoamericanos, si no también en EE.UU. y en otras partes del mundo. Me atrevería a decir, desde mi ignorancia, que es algo inherente al ser humano.
Bien, hoy antes de dormir seguiré regodeándome con esas luces que por un momento rivalizaron con las estrellas.
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(1) Tradicionalmente, la procesión inicia en la basílica del Sagrado Corazón, en la Calle Arce y se dirige a la Catedral Metropolitana, ambas ubicadas en el centro histórico de San Salvador. El momento culminante de la misma ocurre frente al atrio de Catedral, que es cuando la imagen de Jesús, montada sobre una estructura que simula el globo terráqueo, desciende por medios mecánicos al interior de la esfera, ocultándose de los asistentes por varios minutos. Ahí les son cambiadas las vestiduras que ha llevado hasta el momento (rojas usualmente) por otras completamente blancas. La imagen retorna nuevamente a su posición sobre el globo terrestre, y es recibida por los asistentes con fuertes aplausos. Este descenso al interior de la estructura, esta "bajada" es lo que le da el nombre popular a la procesión.
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Hola Aldebarán. La verdad no lo sabía, y aunque no lo creás, jamás asistí a esa procesión. A mis papás les dan miedo los tumultos de gente y luego pues yo ya no fui por mi cuenta, pero me has despertado la gana. El otro año trataré de asistir, porque así como lo pintás, es una tradición que uno de salvadoreño no se puede perder... saludos,
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