4.3.08

ES: confianza en las instituciones


El martes 26 de febrero, en su columna semanal en LPG, Roberto Turcios se refirió a las tendencias que él observa en esta campaña electoral. El artículo está interesante, pero me gustaría centrar la atención en sus últimos párrafos.


Una idea parece flotar encima de esos argumentos: el peligro que acosa al país. Bajo esa óptica, no importan leyes ni instituciones. Casi todo debe formar parte de una muralla anticomunista; solo tiene cabida, según la lógica pro oficialista, la seguridad en el poder, el continuismo y la victoria sobre cualquier retador. De esa manera se pone de manifiesto la poca confianza de las derechas en las instituciones y las leyes, las mismas que ellas han gestionado, creado, derogado y reformado en los últimos 18 años. ¿No será esa una proyección de la incertidumbre causada por la gestión arbitraria de la institucionalidad durante cuatro quinquenios presidenciales?

A la tendencia pro oficial en la opinión se suma el uso gubernamental desmedido de los medios de comunicación y cierta condescendencia periodística. La propaganda repite hasta el cansancio los supuestos logros y bondades de la actual presidencia. Es tan abundante la propaganda que no es posible distinguir si refleja convicciones genuinas o expresa el temor por la elección de 2009. El FMLN produce temores, fundados e infundados, en parte porque emite pocos mensajes claros y contundentes. Pero entre la saturación y la ambigüedad, pesa la primera; y a ella se une a menudo la condescendencia periodística con el poder, que es capaz de convertir una declaración intrascendente e intolerante en gran acontecimiento.


Me gusta el planteamiento que hace. Si la institucionalidad democrática de verdad estuviese consolidada, no habría ningún temor a que un posible gobierno de izquierda pudiese socavarla cambiando las "reglas del juego" con tanta facilidad. En el fondo, pueden tener miedo que el partido opositor tenga acceso al mismo poder arbitrario que ha detentado el oficialismo desde 1989. Luego, ¿de quién es la culpa de no tener un sistema legal, tributario y democrático robusto?

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