23.10.05

La máquina de escribir


Cada quien escribe según su gusto, para muestra un artículo sobre el apego de algunas personas a la máquina de escribir.

El singular encanto de la máquina de escribir

La computadora irrumpió en la vida de forma paulatina, pero invasiva y, más allá de las polémicas que provocó su aparición, lo concreto es que se cobró una víctima: la máquina de escribir.

En su artículo "El amargo encanto de la máquina de escribir", Julio Cortázar describió de manera magistral su obsesión cuando usaba el artefacto: "Lo peor es que cuando uno se vuelve mecanógrafo esencial ya resulta imposible escribir de otro modo, y la escritura mecánica termina por ser nuestra verdadera caligrafía". A tantos otros hombres de las letras como Günter Grass, Rodolfo Walsh, Gabriel García Márquez, Roberto Arlt o Truman Capote es imposible imaginarlos sin sus amadas compañeras sobre el escritorio.

Sin embargo, rastrear a quienes hoy persisten en usar una máquina de escribir no es un trabajo fácil. "Sigo usando la máquina porque, entre los defectos que tengo y que tiene mucha gente grande, rechazo un poco la tecnología; aun reconociendo el enorme valor que tiene", dice Carlos Imaz, periodista de la vieja escuela y miembro de la asociación que agrupa a los jubilados de esta profesión. El hombre aún emplea su Remington. Alguien más que a diario le saca brillo a las teclas es el historiador Félix Luna. "Se niega al uso de la computadora", asegura su hija Felicitas, que en muchas ocasiones pasó sus escritos a la PC. Luna es egresado orgulloso de las Academias Pitman y todavía escribe sus novelas en una entrañable Olivetti Lexicon. Y sabe usar hasta el dedo meñique.

Las personas y las máquinas

Cosa paradójica, la inevitable evolución de la máquina de escribir trajo consigo su desaparición, ya que las electrónicas -de última generación- fueron las predecesoras de las computadoras. Ahora las pocas máquinas que quedan en circulación son rematadas como antigüedades en los sitios de Internet, donde, como una triste mueca del destino, para hacerlo se echa mano a la herramienta que la desplazó definitivamente: la computadora.

En la guía apenas figuran poco más de una docena de casas que venden o reparan máquinas de escribir. En la mayoría, que poco a poco fueron sumando otros servicios -ahora arreglan calculadoras, computadoras, cajas registradoras e impresoras-, aducen que ya casi no reciben máquinas de escribir para arreglar. Sólo las llevan unos pocos nostálgicos o gente negada a adaptarse a la computadora.

Lo certifica Matías Van Kemenade, que, con 77 años, sigue viviendo rodeado de máquinas de escribir. "Mi padre comenzó con el negocio de la reparación en la década del 30 y yo seguí sus pasos", dice el hombre desde su casa-taller en Olivos, entre cajas con cientos de carreteles de cintas entintadas, bracitos de tipos de diferentes modelos y teclas que, seguramente, ya no serán usadas. "Debido al gran auge se justificaba la importación de máquinas de Estados Unidos, Italia, Alemania o Dinamarca. Hasta hubo una hecha en la Argentina. La Huella era una máquina de escribir que se desalineaba fácilmente y no tuvo mucha aceptación", comenta Matías Van Kemenade sobre el aparato nacional que no duró mucho y que, haciendo poco honor a su nombre, desapareció sin dejar rastro.

Vanina Berghella

Tal vez Henry, o Peter, o Christopher

Que la máquina de escribir era un aparato deshumanizante, con esta crítica feroz tuvieron que lidiar sus primeros usuarios. Pero a pesar de la mala prensa del comienzo, muchos se adjudicaron su invención: al parecer, existe el registro de una patente de fabricación otorgada en 1714 por la reina Ana de Gran Bretaña al inventor Henry Mill, que habría sido el primero en construir un aparato semejante. Según alegan en Parcines -una remota ciudad al norte de Italia-, allí nació el verdadero creador, Peter Mitterhofer, que en 1864 desarrolló su propia máquina. Hasta existe un museo erigido en su honor que atesora una increíble colección con más de 1200 modelos.

Pero fue en 1874 -cuando la compañía norteamericana de rifles Remington comenzó la fabricación industrial de un aparato diseñado en 1868 por Christopher Latham Sholes- el año en que nació y se popularizó la máquina de escribir casi con el formato actual. Este primer equipo poseía un pedal que les daba el impulso a los tipos y las teclas parecidas a las de un piano. Aunque el detalle más importante es que ya contaba, tal y como lo conocemos hoy, con el teclado QWERTY: un sistema de distribución de cada letra que facilita la escritura mecánica.

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1 comentario:

  1. El amargo encanto de la maquina de escriir es de Garcia Marquez

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