8.12.04

Ideas sobre los "Diarios de motocicleta"

La semana pasada fui a ver la película “Diarios de motocicleta”, que describe el viaje que el año 1952 del joven Ernesto Guevara de la Serna.

Debo confesar que no tenía muchas ganas de ir a verla. Y no por la película en sí misma. Tenía miedo de los “compas” que irían a ver la película. Me los imaginaba a en la antesala, con camisas con la efigie del Che (la famosa imagen de Korda), me los imaginaba a media presentación gritando consignas, levantando el puño en alto. Y me los imaginaba borrachos mientras hacían todo esto. Esto último es lo que más me chocaba, pues para mí no hay nada peor que un militante de izquierda embriagado. Lo siento, es una visión muy personal.

Nada de esto pasó. La antesala estaba tranquila y la sala también. La película es buena, no es panfletaria ni cae en romanticismos. Nos presenta un joven Ernesto Guevara, muy humano, nada del mito al que la mayoría estamos acostumbrados o creemos conocer, nada de la persona admirabilísima y casi sobrehumana que algunos nos empeñan en mostrar.

Como toda película de viaje en carretera, los viajeros comienzan la aventura con ciertas expectativas e ideas. El viaje poco a poco los va transformando, haciendo que cambien su percepción de la realidad objetiva y subjetiva.

La película tiene una buena fotografía y escenas bien logradas en donde se muestran las diferentes facetas del Che humano. La escena que sucede en Chile, visitando a la anciana enferma muestra su compasión hacia los que sufren. La escena con las hojas de coca en Cuzco, junto a las ancianas, tiene mucho de compartir, casi de comunión.

Otra realidad que muestra la película es la honestidad del Che. El siempre prefiere decir la verdad, pero el modo (casi brutal) de hacerlo deja pasmados a los que lo escuchan.

Más allá de la simple descripción de la película, hay un par de escenas que en mi opinión tienen mucho significado y que deseo comentar

Cuando los viajeros cruzan Chile, deciden ir a visitar una mina que queda cerca del desierto de Atacama. En medio del desierto se encuentran con una pareja que van en buscan de trabajo a la mina. Es aquí cuando al joven Ernesto comienza a cambiarle la visión del mundo. Más tarde nos enteraremos que algunas de sus prioridades cambiaron en este momento. Visualmente, la escena es hermosa, la conjugación de imágenes en color y blanco y negro, la presencia del fuego y del mate la hacen muy íntima.

Luego, casi en la parte final de la película, en el hospital para leprosos de San Pablo, el Che decide celebrar su cumpleaños con los enfermos y, en medio de la noche, se cruza el Amazonas a nado. En la otra orilla, los enfermos se dan cuenta del esfuerzo del Che y lo animan a que termine el cruce del río y lo reciben felices cuando, cansado y con ataque de asma, termina el trayecto.

Estas dos escenas, por sí mismas explícitas, me traen a la mente dos imágenes que cruzan la simbología de diversas culturas: el desierto y el agua.

El desierto
El desierto como silencio externo que permite el silencio interno y que conlleva la escucha y los descubrimientos. Es en ese lugar desolado, donde encuentra el Che algo que lo conmueve, a tal punto de romper la promesa que le había hecho a Chichina, y que tantas veces Alberto le había urgido a hacerlo.

El agua
El cruce del río podría tener el equivalente de un diluvio, que barre con lo viejo del interior de Ernesto, para dejar lo nuevo, lo descubierto en el viaje: la realidad de los pueblos latinoamericanos. O puede leerse como una especie de bautismo, o como un rito de paso. En el vigésimo cuarto cumpleaños del Che, se decide por dejar muchas cosas atrás y cruza el río hacia quienes él comienza a entrever que será desde ese momento su rumbo.

Ambas figuras nos remiten a un cambio interior que se hace exterior, poco a poco. Una puede verse como consecuencia de la otra. De la sequedad del desierto, de su silencio indagador, se pasa al agua, que todo lo revive y lo redime.

Decidir si las escenas del agua y del desierto son sim-bólicas o dia-bólicas, en la película y en la vida del Che, depende de la postura ideológica de usted, querido/a lector/a.


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